ARBITROS ¿QUE PASA?

La construcción y la destrucción en el básquet.

(Opinión) El sistema de pasividad arbitral en nuestra liga genera enormes controversias sobre el resultado de los juegos en una competencia cada vez más empobrecida de espectáculo y rica en nombres de nacionales y foráneos. El concepto de construcción y destrucción del juego que aprovechan los equipos.

Los árbitros no son los culpables de un resultado, aunque pueden influir de manera decisiva en el desarrollo, y no tanto con los cobros sino con las omisiones.

Y en el apartado de lo que “no cobran” hay diferentes grados de influencia. Un doble dribling no cobrado no lastima ni erosiona el juego, una cortina en movimiento si. Que un jugador pise línea y no se sancione no influye más que en la continuidad de la jugada (que puede terminar en doble o no) pero no influye en el juego. Un falta en el tiro no cobrada si influye.

Como es sabido por todos que los árbitros se amoldan al juego (igual que los jugadores), hay consecuencias directas en los entrenadores que transforman la situación en táctica.

El concepto estratégico inicial de los técnicos deriva de una premisa: siempre será más fácil destruir que construir. Y en el juego del básquetbol hay 24 segundos para atacar y 24 segundos para defender, que es como decir, 24 segundos para destruir y 24 segundos para construir.

A esta altura el buen lector no dejará de pensar que una buena defensa construye un ataque rápido con superioridad y gol. La premisa número uno de una defensa es destruir el juego rival, ni siquiera impedir el gol (que llegará igual) sino que el adversario no haga lo que quiera, sino lo que pueda. La premisa número dos de una defensa es ejecutarla de tal modo que desde su concepción se pase fácil y con ventaja a la siguiente etapa: el ataque. Pero para un entrenador, la defensa está bien si se cumple la premisa número uno.

Los requisitos de una buena defensa son varios:

Concentración

Esfuerzo

Solidaridad

Disciplina táctica

Valentía

Inteligencia

Agresividad

Como ven son todos bienes intangibles. Se puede decir que un jugador sería óptimo en defensa si además de todos esos requisitos tiene: Timing, dominio aéreo, velocidad de manos y piernas y rapidez de ejecución.

Los requisitos de un ataque también son varios y muchos de ellos son los mismos que la defensa pero aparece el agregado mágico: Talento. Solamente esta condición cambia por completo el concepto de defensa y ataque. Para defender se necesitan muchas cosas, para atacar también, pero además se requiere capacidades especiales que devienen del ser humano.

Por eso se puede trabajar con un grupo de personas por un bien común (defender) prescindiendo de sus condiciones más destacadas (el talento). Con cinco buenos atletas, que tengan disciplina y concentración se puede armar una defensa de básquetbol, pero no se podría armar un ataque.

En este sentido los entrenadores han encontrado que ante un mismo nivel de paridad en los “recursos potenciales” (como el talento) de los jugadores la diferencia radica en la defensa. Y la defensa es la destrucción del juego del rival.

Una defensa necesita anular las armas del rival. En este sentido hace foco en sus mayores virtudes y trata de neutralizarlas. Si una defensa logra después sacar el contraataque ya estamos hablando de la fase dos, la fase uno es: neutralizar las armas del oponente.

Si dentro del juego del básquetbol un ser humano decide entre lo permitido y lo no permitido, es natural que ese ser humano tenga incidencia directa en la ejecución de esa defensa.

Un equipo que tiene como premisa fundamental destruir todo el tiempo el juego del oponente, necesita una mirada más rigurosa sobre su ejecución, porque vive y depende de ello, en cambio, un equipo que pone su foco en la construcción del juego, en sus virtudes o capacidades ofensivas, necesita que sea contemplada la forma en que el rival busca destruir sus armas. Y eso depende de la calidad arbitral.

Si los árbitros acceden que la destrucción del juego tenga niveles reglamentarios no permitidos, estarán liberando la desnaturalización del juego. Las quejas y malos humores de los jugadores, técnicos, hinchas y dirigentes son permanentes. El reglamento siempre favorece al virtuoso, el árbitro es quien debe ejecutarlo.

Una confusión habitual (muy periodística) es llamar Juez al Árbitro y no son sinónimos, por el contrario son dos cosas diferentes. Un Juez imparte justicia de acuerdo a su criterio y determina si hay un culpable o no. Un árbitro aplica el reglamento, tres pasos son caminar, nunca podrá decir “me parece que no tuvo intención de caminar”.

El árbitro dirige bien o mal, se equivoca y logra convivir con el error. Es valiente al poder decidir desde la velocidad del juego que le toca arbitrar, pero no puede tener un concepto equivocado de su misión en la cancha.

No es esta nota una declaración con eufemismo de mis gustos por el ataque y la defensa. Por el contrario es una búsqueda real de protección del deporte más complejo, maravilloso y apasionante del universo. Si hay dos propuestas definidas en cancha, hay un reglamento que las ampara. Los jugadores se acomodarán al nivel de aplicación de ese reglamento, pero ante la afortunada llegada de talento a nuestra Liga actual (la mejor de la década) es obligación de todos los estamentos darle al básquetbol su sentido de espectáculo para que gane la gente. Campeón sale uno solo pero, al menos para mí, eso es lo de menos.